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miércoles, 5 de mayo de 2010

Tarde pero... ¿llega?

Las personas se dividen en dos: los que llegan a tiempo y las que llegan (llegamos) tarde. Quienes llegan puntuales no necesitan de defensores, porque son los engreídos del sistema, los chicos buenos y correctos que toda sociedad civilizada se enorgullece de tener. El resto somos poco menos que subversivos o corruptores del orden establecido.

El problema que siempre estamos enfrentados: quien llega a tiempo se siente ofendido por el que tarda, y quien tarda se siente presionado por el que habla de las horas como si se tratase de del código penal. Pero solo son dos formas distintas de ver la vida: los que se jactan de ser puntuales calculan cuánto les tomará cada cosa que hacen, y por lo tanto se la pasan dividiendo el día en fracciones de tiempo: 15 minutos en la ducha, 10 minutos en cambiarse, cinco minutos para encontrar un taxi, una hora entre un lugar y el otro, etc.

Para los impuntuales se nos hace filosofía pura el estribillo ese que dice: ''un beso dura lo que dura un beso... el tiempo dura lo que dura el tiempo'' . ¿Cómo podemos asegurar que llegaremos a una hora determinada si las cosas demoran lo que demoran? No más y no menos. No puedo pensar en tardanza sin pensar en puntualidad, y la puntualidad me pone mal porque en estos tiempos ha adquirido un intocable valor económico que complica la vida.


Me agrada la tardanza por oposición a la exactitud, a la funcionalidad que me quieren obligar, o peor aún, a la excelencia, palabrita que tanto emociona a los aturdidos por la plata y que para mí no es más que la perfección de los imbéciles.

Sabemos que a los impuntuales no nos miran con simpatía, pero nosotros en cambio somos más que generosos con los apegados al horario. En cada cita que pactamos -y a la que por supuesto llegaremos tarde- les regalamos algo que no suelen disfrutar mucho: tiempo.

Solo dense cuenta que mientras nos han esperado en diversas ocasiones se han visto obligados a buenamente huevear, y a hacer cosas que no hacen usualmente: recordar cosas, reordenar tu agenda ,leer aquello que siempre postergabas, o simplemente contemplar a los que pasaron frente a ti en la calle. ¿Se siente bien, no?

De  nada.



PD: Les digo esto y pienso en la pizza que acabo de ordenar por delivery, ¿por qué demora tanto? ¿será que mi hambre es tan fuerte como débiles son mis convicciones?. Si tarda mas de 30 minutos es gratis, eso prometieron

1 comentarios:

Luis omar dijo...

Maricon, espero que tu pizza se demore miles de horas jajajaja.. y espero que tu, consecuente a tu filosofia de impuntual como todo peruano, tendras que pagar noma.. total, ser impuntual tambien es tu ideologia jajajaja.
Un abrazo.
LV.

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